A mi no me importa si alguien funda una aerolínea comandada por querubines. Allá ellxs y quiénes decidan montarse en esos aviones. Lo que es inaceptable es que el Estado (de todas y todos por igual) asuma como propia una religión particular de algunos de sus empleados (la que sea) y tenga la desfachatez de utilizarla al ejercer la función pública. Peor aún si es para algo tan estúpidamente ridículo como nombrar comandante de la Fuerza Aérea a la Virgen de los Ángeles.

Creo firmemente en la libertad de culto como un derecho fundamental, es una conquista lograda luego de miles de años de inquisición y persecuciones religiosas. Esto significa que si usted quiere adorar a un gusano de tierra como su dios, adelante. Pero de igual manera respetaremos a quien crea en la divinidad del abejón de mayo o a quien no crea absolutamente en nada.

Esta sencilla fórmula de respeto recíproco tiene una exigencia imprescindible: la religión pertenece a la esfera privada y el Estado no puede tener, apoyar, ni asumir una religión oficial. En el momento que lo haga, todo el equilibrio que pretende la libertad de culto se rompe. Ningún acto oficial del Estado debe incluir ritos o figuras religiosas; ninguna institución pública debe tener patronas, santos o demonios.

Por razones estadísticas es probable que usted sea o haya sido católico(a). Es una realidad demográfica del país, punto. Por ello también es probable que nunca haya sentido incomodidad cuando rezan el padre nuestro al iniciar la sesión municipal o el conteo electoral. Pero como un ejercicio de reflexión, imaginemos que ya no está usted en Costa Rica, sino en la nueva República de Tangamandapio a la que tuvo que emigrar, y dónde el 95% de la población adora al Peyote.

¿Qué le parecería si cada acto oficial (la inauguración de un gimnasio, la elección de una nueva junta directiva, etc.) iniciara con una ingesta sagrada de peyote? De eso se trata, no podemos universalizar algo que es y siempre será una particularidad.

Ahora, no debemos olvidar nunca que la necesidad de respeto que busca la libertad de culto no surge de ficticias religiones de abejones o gusanos, sino de cruentas guerras y persecuciones que han dado lugar a algunos de los actos más bochornosos para la humanidad, como la quema de la biblioteca de Alejandría. Cuando exigimos un Estado Laico, no estamos oponiéndonos a la religiosidad de nadie, sino a repetir irreparables sinsentidos como ese. Exijamos un Estado garante de los derechos humanos, exijamos un Estado Laico YA.

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