El paladín de la familia, el justo de nombre, el diputado defensor de los valores y la moral costarricense, embarrado nuevamente en grasa de chorizo y con rabieta incluida en televisión nacional. Un punto de humor con aires de justicia poética, recordando que es mejor reir que llorar en el país más feliz del mundo. Que me disculpen, pero es inevitable relamerse los labios viendo la ironía de ésta noticia, ya veremos el porqué.

Para los que no lo sepan todavía, Justo Orozco fue el blanco (una vez más) de una investigación por corrupción y mal utilización de recursos públicos. Esta vez, el diputado evangélico se le han evidenciado que la información de las actas de asistencia en la Asamblea Legislativa coinciden reiteradamente con las horas y fechas de documentos de matrimonios y divorcios que se han realizado a nombre del diputado en labores privadas de notariado. Si bien no es prohibido para un diputado realizar labores privadas, si lo es utilizar la Asamblea Legislativa para estos fines pues incumple con con su labor como diputado actuando de notario al mismo tiempo que ejerce su labor como asambleario.

No es nuevo para Justo estar implicado en irregularidades, en especial si consideramos la investigación que se hizo a la universidad privada que maneja y de la cual sacó su título. Pero bueno, que como dice don Justo con sus 44 notariados privados de los últimos años, esas son unas poquitas y han sido de ayuda social, siempre actuando bajo el marco de la buena fe. Como todo en éste país, con buena fe y una confesión todo queda perdonado.

El cinismo de éste señor no debería de extrañar si tomamos en cuenta la clase política que dirige el país. En ésta Costa Rica permisiva y olvidadiza, pero sobre todo, manipulable. Porque no harán falta los que salgan a votar por él y su partido en las próximas elecciones. Siempre existirán aquellos que ante la evidencia prefieren hacerse de la vista gorda o nada más cerrarse a las realidades. ¿Y cuál es ésta realidad? La de que éste señor es un manipulador con una doble moral y doble discurso impresionantes, lleno de contradicciones y apoyado por un grupo de fanáticos de una moral propia que tratan de imponer mediante el uso de la desinformación y el odio.

Pero llevemoslo por partes. ¿Quien se acuerda de que era lo que defendía la última marcha del odio organizada por estos sectores a los que representa Justo Orozco? Así es, la familia. No solamente la familia, sino la familia tradicional costarricense. Único modelo de familia admisible en éste país temeroso de Dios. Claro que, la familia real costarricense, la que cualquiera con dos dedos de frente puede ver, no es mamá, papá e hijos. Mamá soltera con hijos, papá soltero con hijos, abuela y nietos, tías y tíos con sobrinos, y porque no, mamá con mamá y papá con papá. La familia no está condicionado a modelos sociales impuestos sino al amor que puedan expresarse entre sí sus miembros, sin importar lo que digan los ignorantes de la vida, la familia es la que uno se construye, no la que le dicten.

Pero me desvio un poco. En la evidencia recolectada de las actividades de Orozco resalta en las actas su función como notario a la hora de disolver matrimonios, es decir, ganando plata divorciando personas. Dividendo de raíz ese núcleo inquebrantable el cual él defendía vociferando hace unos días en las calles. El defensor de las familias que lucra dividiéndolas, oh la dulce ironía. Pero más allá de sus inconsistencias discursivas es impresionante el descaro de alguien que no tiene el más mínimo reparo en faltar a la ley y a la moral, ni respeto por las personas que lo colocaron ahí, que seguirá votando para ser víctimas de sus abusos, y que pagan su ya de por sí inflado salario.

Las convicciones morales de Justo son tan firmes como su labor de diputado, de la cual aún no se pueden identificar nada concreto aparte de su característica homofobia. El discurso se le cae solo. Un vividor más de los recursos públicos que ha sabido utilizar la ignorancia y el fanatismo para su propios fines y ocultarse detrás de la máscara arrugada de su famosa “buena fe”. El producto de ésta Costa Rica fanática y profundamente arraigada en la mentalidad de miles de personas que prefieren votar y apoyar a alguien que preserve esa mentalidad retrograda, violenta y reaccionaria a cualquier cambio, no importa que tanto ésta persona falte a la moral que tanto defiende e impone ni que tan inconsistente sean sus acciones respecto de sus palabras.

Octavio Paz dice que la tradición es la materialización del pasado en el presente, su permanencia ata y condiciona el presente al discurso y las práctica de antaño, y es así como se manejan la cosas en éste país, por tradición. Tradición de corrupción, tradición de mentir, tradición de doble moral y palabras vacías.

La constante representación en el imaginario colectivo de la permisividad de las acciones, sin miedo a consecuencias o a ninguna normativa ya sea legal o moral, no hay distinción. Aquí cada quien echa para su saco y despues que vean los demas que yo ya me gané el cielo. Y así estamos en éste momento, dando por saco con políticos que perpetúan estas tradiciones coloniales que nos mantienen en el tercermundismo material y mental. La de los ladrones de la patria envueltos en mantos de mentira, cambiando oro por espejos. De subnormales que gritan que lo que corrompe al país es el amor y la unión entre dos seres humano o la garantía social al aborto, cuando desde su pedestal no hacen otra cosa que corromper las mismas bases sobre las que se asienta ese país. Robando, mintiendo y engañando. A Dios rogando y con el mazo dando.

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